Este sábado, realicé una expedición con algunos amigos al espectáculo de Luz y sonido "La Cihuacóatl, Leyenda de la Llorona", presentado en el Embarcadero de Cuemanco
La aventura comenzó en el embarcadero (ubicado dentro del complejo de la pista Olímpica de Remo y Canotaje Virgilio Uribe, donde durante un tiempo hice mis intentos de canotaje en kayak), fuimos trasladados hasta la Laguna de Tlilac, a bordo de trajineras en canales iluminados que dan la sensación de que se entra a otra época. Sin embargo de repente la magia se rompió al pasar junto a una carpa donde se representaba otro funesto y ominoso espectáculo... una boda. Así seguimos nuestro recorrido entre antorchas, chinampas, trajineras y música de salsa como fondo.
Al dejar atrás la boda, continuamos bajo el manto oscuro de la noche, con las trajineras deslizándose sobre las aguas, acompañadas con un coro de grillos.
La primera parada fue al alcanzar a la “trajinera tiendita” donde vendían quesadillas, esquites, atole, champurrados, etc. Por lo que después de comprar unas bebidas que aminoraran el frío continuamos.
Al llegar al islote, cada una de las trajineras es recibida por música prehispánica con una mezcla de electrónica que da tono a este ambiente pre y post colombino a la vez.
Una pirámide de pie, iluminada en momentos con luces de colores; unas veces se ve azul, otras roja y otras veces simplemente no se ve por lo negro de la noche.
Una vez que arribaron todas las trajineras (aproximadamente unas 20) se anunció la primera llamada, mientras tanto había un pequeño performance donde danzantes ataviados con vestimentas típicas indígenas, hacían sus bailes, mientras se acercaban más puestos de comida y bebidas, y discutíamos sobre la pulmonía que les daría a los pobres danzantes sin camisa y con un frío tan hostil.
Al llegar la tercera llamada se escucha una "voz en off", (parecida a la de Roberto Madrazo, lo que añadió terror al espectáculo ) con lo que comienza la narración de "La Cihuacóatl, la Leyenda de la Llorona", un antecedente prehispánico de un relato que con adecuaciones se convirtió durante la época de la Colonia, en la muy conocida leyenda de "La Llorona".
Durante el espectáculo pudimos presenciar a un grupo de actores que rememora a las deidades de los aztecas como Huitzilopochtli y Cihuacóatl.
Cihuacóatl, también era conocida como Coatlicue o Cihuacoatlicue, era la madre de Huitzilopochtli. Coatlicue, después de dar a luz a sus hijos, llevaba una vida de retiro y castidad como sacerdotisa de un templo; una vez, mientras barría, se encontró una como pelota de plumas y la guardó junto a su vientre; cuando quiso tomarla de nuevo, la bola de plumas había desaparecido, y ella, quedó embarazada. Al advertirlo sus hijos, decidieron darle muerte. Ella lloraba por su triste destino, pero el nuevo fruto de su vientre la consolaba desde adentro asegurándole que habría de defenderla. Así fue: en el preciso momento en que iba a ser sacrificada, nació Huitzilopochtli y con una serpiente de fuego cortó la cabeza de su hermana Coyolxauhqui (la luna) y puso en fuga a sus innumerables hermanos, los Centzonhuitznáhuac (estrellas). Por eso, al renacer cada día, Tonatiuh-Huitzilopochtli vuelve a entablar combate con sus hermanos (la luna y las estrellas) y, armado de la serpiente de fuego (el rayo solar), los hace huir; su victoria significa un nuevo día de vida para los hombres.
Varias jóvenes actrices interpretan a Cihuacóatl, la diosa de piedra y boca grande, abierta en actitud de devorar y con los dientes separados que cubría su cabeza una cabellera larga y grande, vestida con un hábito blanco, camisa y manto.
Y también eran los espíritus de las mujeres muertas en el parto, dándoles el nombre de cihuateteo, «mujer-diosa», que regresaban para llevarse a los guerreros muertos en batalla, digamos una especie de Valkirias indias. Los hombres y mujeres tenían destinados un lugar específico al momento de su fallecimiento. Por ejemplo, se tenía la creencia que los guerreros muertos en combate o en sacrificio eran elegidos para acompañar al sol desde su nacimiento por el oriente, hasta el mediodía, y las mujeres muertas en parto - quienes eran consideradas como guerreras por la lucha que tuvieron que sostener al dar a luz - eran elegidas para acompañar al Sol desde el mediodía hasta el atardecer. Pero sólo los hombres, al cabo de cuatro años de acompañar al astro rey en sus viajes diarios, se convertían en aves de rico plumaje para regresar así a la vida terrena.
Para conocer cómo los aztecas le rendían sacrificios, los actores representaron el momento histórico en que los antiguos mexicas colocaban a dos indígenas sobre una piedra de sacrificios, les sacaban el corazón y lo ofrecían a la deidad.
Mientras más se acercaban los españoles a la Gran Tenochtitlan en el siglo XVI, más frecuentes y directas eran las señales que recibían Moctezuma y los suyos sobre este acontecimiento. Entre otros presagios, se afirmaba que por las noches se escuchaba gemir y llorar a una mujer diciendo: ¡Mis muy queridos hijos, ya llega nuestra partida, ya estamos a punto de perdernos! ¡Oh, hijos míos!, ¿a dónde os llevaré? .
En la Colonia la leyenda sufrió cambios. Así, por una calle y luego por otra, rodeaba las plazas y plazuelas, explayando el raudal de sus gemidos; y, al final, iba a rematar con el grito más doliente, más cargado de aflicción, en la Plaza Mayor, toda en quietud y en sombras. Allí se arrodillaba esa mujer misteriosa, vuelta hacia el oriente; inclinábase como besando el suelo y lloraba con grandes ansias, poniendo su ignorado dolor en un alarido largo y penetrante; después se iba ya en silencio, despacio, hasta que llegaba al lago, y en sus orillas se perdía; deshacíase en el aire como una vaga niebla, o se sumergía en las aguas, también era una mujer que es abandonada por su marido, mata a sus hijos, por lo que es ejecutada por la Santa Inquisición y a partir de ahí, se vuelve "La llorona", una aparición que grita "Ay, mis hijos", por calles de la ciudad.
Cabe mencionar que dentro la musicalización se usó repetidamente la pieza de Wagner “El funeral de Siegfried” de la última ópera que forma la tetralogía del anillo del nibelungo, con una mezcla de flautas prehispánicas, dando un resultado, cuando menos singular; pero comprensible, ya que los indígenas no contaban con música épica, ni tan visual como sería necesaria para la escena de la lucha de las dos culturas.
1 comentario:
La verdad a mi también me impacta la desaparición de la Estudiantina del Instituto Miguel Ángel Estudios Superiores ya que a mi juicio era la mejor estudiantina. Todo empezó cuando las monjas del verbo encarnado quisieron hacer el IMA una escuela mixta y acabaron con la estudiantina de primaria hace 3 años, que le había cantado al papa en 1979; y ahora con la de Estudios Superiores. Yo siento que debe ser duro tanto para los directores musicales de la estudiantina (Alfredo Ulloa, Rodolfo Sánchez-Armas y Francisco Sánchez-Armas) como para las alumnas y también para la gente a la que le gusta este ambiente; ya sólo queda una estudiantina de este tipo que es la del Instituto Inglés Mexicano, dirigida por Rodolfo Sánchez-Armas, pero se debilita año con año...
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