El día de ayer, veia un promocional de los quince años de la comisión nacional de los derechos humanos, esto me hizo reflexionar en varias cosas.
La democracia se ha entendido como el gobierno de las mayorías, pero, citando a Thomas Hobbes; “Una democracia no es en realidad más que una aristocracia de oradores, interrumpida a veces por la monarquía temporal de un orador”. La idea original de los antiguos griegos ha sido pervertida a extremos lastimosos. Si bien en un estado democrático, se debería acatar la voluntad de la mayoría, las minorías cobran un papel preponderante; las minorías hacen la historia del mundo, toda vez que ellas encarnan, en su minoría numérica, una mayoría de voluntad y de entereza. No es la masa quien inventa, ni es la minoría la que organiza y piensa; siempre es el individuo, es la personalidad, la que por doquier se revela. Por lo que debe permitírsele al individuo sublimar sus potencialidades.
La igualdad puede traer problemas de conflictos de intereses pues existe la igualdad tanto en capacidades positivas como negativas y pueden llevar a la competencia insana y el estado surge como rector para controlar los instintos de constante guerra entre estos individuos, sin embargo es fácil caer en excesos por abuso de autoridad.
El contrapeso social, en las organizaciones no gubernamentales de derechos humanos es importante, sin embargo al carecer de un poder jurisdiccional solo pueden limitarse a hacer recomendaciones, que pueden llegar a perder un valor de verdadero peso, es necesario que el estado garantice que ese contrapeso sea real.
Por otro lado el exceso en ese contrapeso puede llegar a perjudicar a la sociedad, al tiempo que se usen estas organizaciones con fines políticos para maniatar al estado. Por este sentido la responsabilidad de estas organizaciones recae en tener un grupo plural de observadores de la sociedad civil que discutan las resoluciones y que por tanto pueda existir autocrítica al no caer en un elitista conjunto de personas.
El talento y función para y con la sociedad de los individuos debe ser un factor de peso para estas decisiones, permitir al niño más pobre la pretensión de elevarse a las más altas funciones si tiene talento para ello, es necesario. Nadie debe tener automáticamente derecho a un ascenso. Nadie puede decir: "ahora me toca a mí". Por otro lado tampoco debe permitirse a un individuo que ha dañado a la sociedad escudarse en la obligatoriedad de los derechos humanos para ser impune a las consecuencias de sus actos, el fomento de la fuerza de voluntad y de decisión, habituando al individuo a asumir la responsabilidad de sus actos es necesario, y no usar una organización cuyos fines son elevados para socavar actos de impunidad.
“La desigualdad es el origen de todo movimiento.”
Leonardo Da Vinci
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