Después de leer el libro de "En busca de Klingsor" de Jorge Volpi, que ya he comentado en Ex Libris; y de ciertas disertaciones en sedice, partes de esta lectura me han dejado reflexionanddo y lo quisiera compartir con los (dos o tres) lectores de este sitio.
La indeterminación establecida por la mecánica cuántica puede ser vista como una especie de exaltación del libre albedrío. En un mundo centrado en el hombre, se puede pensar que, como la naturaleza es indeterminada, el hombre tiene el deber de llenar los huecos que deja vacíos, por medio de la voluntad. ¿Podría entonces el libre albedrío tener su origen en el azar del universo cuántico?
Y en cuanto al principio de incertidumbre, le ha llegado a suceder la misma desgracia que a la relatividad de Einstein, millones de personas que no entienden una palabra de física, provocadas por cientos de miles de periodistas y presentadores, que saben menos aún, suponen que han comprendido el sentido profundo de la expresión por más que la sola unión de una incógnita y un número les cause dolores de cabeza. Y entonces micrófono o teclado en mano, se dan a la tarea de popularizar el mensaje de la ciencia. De pronto Eistein aparece en las revistas y hasta camisetas. Y no falta el paludro que dice, convencido de su sapiencia y autorida, "Ya Einstein lo dijo, todo es relativo".
El principio de incertidumbre de Heisenberg no tuvo mejor suerte, su principo sólo se refería, en realidad, al elusivo mundo subatómico, no a los amores ambiguos, a las promesas rotas o las traiciones venideras.
Y si de acuerdo con el teorema de Gödel, cualquier sistema axiomático contiene proposiciones indecibles; si, de acuerdo a la relatividad de Einstein, ya no existen tiempo y espacios absolutos; si, de acuerdo a la física cuántica, la ciencia ya sólo es capaza de ofrecer vagas y azarosas aproximaciones del comos, si, de acuerdo al principio de incertidumbre, la causalidad ya no sirve para predecir el futuro con certeza, y si los individuos particulares sólo poseen verdades particulares, entonces todos nosotros, que pertenecemos a este universo cuántico; somos el resultado de una paradoja y de una imposibilidad. Nuestras convicciones son, necesariamente medias verdades, o mentiras completas. Cada afirmación equivale a un engaño, a una demostración de fuerza, a una mentira. Ergo, no deberíamos confiar nisiquiera en nostros mismos. Si yo mismo no sé si miento, ¿como han de saberlo los otros?
Y al final, al ser destruidos los muros de las razones morales, de los principios básicos de armonía, lo único que queda es usar la fuerza, el más fuerte es el que decidirá que es lo bueno y que es lo malo, pues no habrá ningún otro parámetro que la imposición, pues no se puede mostrar, ya mucho menos demostrar que hay principios morales básicos que hay acuerdos que nos hacen ir juntos como sociedad.
Tal vez por eso Einstein lucho tanto contra el azar, porque sabía que en un mundo relativo, que no relativista, el más poderoso podría imponer su verdad y decidir que como todo es relativo, bien lo podría ser la relatividad, por más que hubiera pruebas que demostraran lo contrario.
Mentira, vacuidad e imposición, son los resultados de una mala interpretación.
martes, octubre 10, 2006
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